Pasados apenas unos minutos de las 21hs, el escenario del WiZink Center se iluminó de rojo y un sonido envolvente atravesó al público. Vaka es la primera canción que nos regaló Sigur Rós en su aterrizaje por Madrid con la gira World Tour 2022 de la mano de Live Nation.
Así comenzamos a vivir el show en vivo más intransferible del 2022, porque casi 5 años después de su último concierto, nuestra banda islandesa favorita, volvió a convertirnos en cómplices de su oda sensorial. Y, además de repasar los éxitos de sus 25 años de carrera, también presentaron algunas de las canciones del que será su nuevo álbum, el sucesor de Kveikur que salió hace casi una década atrás.
La música por sí misma
Imantados por una puesta en escena poco pretenciosa, que se rodeaba de cuerdas iluminadas que armaban diversos espacios en el intervalo y lámparas que se prendían y apagaban en una paleta cálida, aunque a veces se arrimaban al rojo, azul y verde. Mientras que al fondo la proyección de los visuales reforzaron el color, fueron cambiando a lo largo de la noche y nos llevaron por momentos a lugares recónditos y, por otros, a la simpleza de la naturaleza: líneas de pájaros, aguas oscuras en movimiento, cordones montañosos, texturas de lava, niños cantando. La salida del humo en el espacio fue un constante, nunca pero nunca se detuvo. Me atrevo a decir que, sumando la música por sí misma, por 2 horas y media nos transportamos a Islandia. O a lo cada espectador puede imaginar de la isla.
Guiados por Jónsi, el vocalista, vivimos en comunión una seguidilla de canciones maravillosas: Fyrsta, Samskeyti, Svefn-g-englar, Ný batterí, Gold 2, Fljótavík, Daudalagid y Smaskifa. Y hablo de comunión porque el público se mantuve en silencio, en la contemplación y también dándose abrazos.
Mira algunos destacados del show en nuestras Stories.
De qué hablamos cuando decimos intransferible
Lo cierto es que el sonido logró ser perfecto y Sigur Rós también. Se aplaudió con desmesura el hecho de que el tecladista Kjartan Sveinsson, después de una ausencia de diez años, se volvió a unir a Jónsi (cantante y guitarrista principal) y a Georg Holm (bajista). Los miembros vestían ropa negra, formal pero con textura, y se mantuvieron concentrados durante todo el evento pero con entrega, fortaleza, conexión, creencia y poder.
Pasado el intervalo de 20 minutos, siguieron tocando: Glósóli, E-bow, Sæglópur, Gong, Andvari, Gold 4, Festival, Kveikur y Popplagid.
No fue hasta el final que el líder miró al público y empezó a gritar para que despertáramos de ese sueño y de forma espontánea empezamos a ovacionarlos, a la altura de las circunstancias. El silenció terminó y no hay palabras para describir lo vivimos en el show en vivo de la banda islandesa más histórica del planeta.
Y desde entonces no somos los mismos.
¡Gracias Sigur Rós! ¡Gracias Madrid!