Una fecha para entendidos. Maniobras musicales poco transparentes, casi impermeables, pero introducidas con metáforas de impecable bombardeo groove. Una sensación rítmica cuyo origen desconocemos. Tampoco sabemos muy bien hasta donde llegará, pero se encuentra en todas las piezas musicales que atraviesan los tiempos. Quizás algún individuo se haya topado el sábado a la noche en Club Belle Epoque con un tornado de nuevas improntas de la metrópolis porteña. Como envueltos en un sauce de interpretaciones sensibles y de estados anímicos, en la taberna las luces se apagaron y en la oscuridad del escenario brotó el bajo y la batería como dos armas mortales de la música beat.
La primera pista fue para Sobrenadar, el dúo ambient formado por Paula García y Javier Medialdea residentes en Buenos Aires y creadores de una atmósfera hipnótica basada en el Downtempo esa música electrónica de vibra más relajada. Ellos nos acercaron a un panorama de sonidos, reflexiones líricas y acogedoras. Desde su primer disco homónimo hasta el último LP editado en el año 2014 llamado “Tres”, Sobrenadar explota los recuerdos del electropop de los años 80 a través de los procesadores y samples combinando un cielo de electrónica que invoca cada palabra, maravillando nuestros oídos.
La segunda pista vino a redimensionar las tablas con 20 años de trayectoria en la música nacional. Altocamet llegó de la ciudad de los lobos marinos, Mar del Plata, para ser la pirotecnia sonora de la noche. Con el carisma eterno de Mariana Monjeu (teclado y coros), la fluidez fractal de Canu Valenzuela (voz y guitarra eléctrica) y la fisonómica batería de Pedro Moscuzza, el templo del underground nos trasladó como pasajeros de una gran corriente que todavía nos sigue sorprendiendo: música que expande el campo, la música, el universo sonoro por completo. Desde Veladabritolcasino (1998), pasando por Dulce Calor (2012), hasta Más Allá, el último LP de la banda lanzado en 2014, Altocamet pertenece a la era de la Sampladelia. Los cuerpos se volvieron oídos para sentir la profundidad espacial de la psicodelia rockera del bajo y la batería sosteniendo la mutación de sonidos que rompe con las ideas tradicionales de la “musicalidad”. Ecos contemporáneos que alteran nuestra percepción y trasciende la realidad de los tiempos rítmicos.
Inequívocas e indiscutibles, las bandas construyeron un santuario de goce circunscrito en una experiencia superadora: esa que proviene después del rock. Revoluciones inconclusas que requieren de la sostificación de nuestros oídos para conectarnos con esos nuevos géneros y subgéneros nacientes en las últimas dos décadas. Dejando en el fondo los trajines de años anteriores y los prejuicios que encasillan hasta la mente del melómano más viejo de la historia, se proponen proyectar su futuro.
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