Experiencia Museo Genaro Pérez: la alquimia del arte

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En mayo, el salón principal del Museo Genaro Pérez, recibe a los visitantes con una enorme estructura que a simple vista, inerte, extiende un brazo hacia el foyer. El artista/alquimista Martín Viecens, llama a su obra: “Storia di un burattino” (“Historia de una marioneta”), y así hace justicia a la posibilidad de que la estructura despierte y cobre vida. Desde su posición, la obra de Viecens, acompaña a todo aquel que quiera recorrer el museo y conocer las demás obras expuestas durante este mes.

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Fotos: Museo Genaro Pérez

Notas sueltas de la marioneta:

Gotas de pintura caen sobre objetos, fotografías, lienzos. Ni las gotas ni sus destinatarios son protagonistas al azar. Todo es una búsqueda. La eterna búsqueda del hombre, de su identidad, su rostro, su experiencia. De un regreso constante: siempre volver -encerrado y liberado- al interior del círculo que es la vida. La palabra y la máquina de escribir cuyas teclas ya no tienen letras sino colores, se transforman en una respuesta. («Eterno retorno» Marcelo Barchi. Pinturas, serigrafías, objetos, fotografías intervenidas)

Día a día, en un mundo de extraños, se presentan ante nosotros distintos rostros que queremos creer conocidos. Basta un parpadeo para ver miles de ellos. Un disparo, sólo presionar una tecla para que estén ante nuestros ojos. Sin embargo ¿realmente nos vemos? (“Fotos robadas” Pablo Bisio. Dibujos, pintura)

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Fotos: Museo Genaro Pérez

Hay máscaras que se cubren con semillas. Semillas que a veces se cosen. Hay rostros que tienen una sonrisa de tela estampada, una nariz que es un carretel de hilo, ojos que no sabemos si nos miran. Hay cuerpos de alambre y botones que nos unen. (“Caligramas” Alejandro Bovo Theiler. Dibujos, esculturas, textiles y objetos)

Caras. Rasgos faciales hechos de arena, color piedra, sabor del viento, cabellera de espuma. Hoy están, mañana no, salvo que una fotografía acertada les robe el alma y los retenga para siempre. (“Rostros en la arena” Celina Trucco. Fotografía)

Se sabe que en el patio del Genaro Pérez estacionó un carro de choripán, lo que nunca es despreciable, mucho menos cuando el menú ofrece la mezcla entre los artistas expositores del Museo y los elegidos por Campo de Cruces. La palabra y el arte van a directo a la parrilla. (INTERespacio Campo de Cruces, experiencias artísticas transitorias)

Última nota: el hombre, su rostro y la palabra en el Museo cobran vida.

 

Angie Ferrero

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